Este sábado, ya recuperados de la gripe intestinal que nos azotó el fin de semana pasado, hemos cocinado una comida contundente. La idea era hacer unas carrilleras de cerdo con su salsita para mojar pan y nos han salido de ternera con una salsa que quedo buenísima.
Eramos 5 persona e hicimos 10 carrilleras
Para la salsa utilizamos:
Pimientos verde
Cebollas
Zanahorias
Una rama de apio
Romero picado
Un par de ajos tiernos que teníamos en la nevera
Mucho pimentón dulce para darle color.
Caldo de carne, en este caso de unos cubitos arabes que vendían en el supermercado del Mataro Park y que eran de Tajine de ternera.
En nuestra querida cazuela de barro doramos la carrilleras que previamente sal pimentamos y espolvoreamos con un poco de harina.
En la misma cazuela, para aprovechar el aceite de dorar las carrilleras pochamos las verduras lentamente. Para que se fueran cociendo las mojamos con el caldo y añadimos el pimenton y el romero y las hicimos cocer durante sus buenos 20 minutos a fuego suave. Luego lo pasamos todo por el minipimer hasta conseguir una salsa suave. Alli añadimos las carrilleras y las cocimos en el horno a fuego muy bajo, unos 100°C - 150°C hasta que el palillo saliera bien limpio.
Quedaron deliciosas. La verdad es que nunca habíamos cocinado carrilleras de ternera y nos han gustado mucho, la carne es muy melosa y suave de gusto. El probador oficial disfrutó de lo lindó mojando pan en la salsa hasta dejar el plato tan limpio como recién fregado.
Las acompañamos con un arroz blanco cocido a la manera japonesa. Se lava la cantidad de arroz que se quiera cocinar, en nuestro caso dos vasos grandes. En lugar de los cinco concienzudos lavados recomendados para el arroz de sushi, hicimos un par de ligeros pasando el arroz por agua en el colador. Esto sirve, por lo que hemos leído y experimentado, para eliminar el máximo posible de almidón.
Se pone a cocer en la misma cantidad de agua que de arroz, ligeramente salada. Se lleva a ebullición a fuego fuerte y luego se deja cocer a fuego muy lento hasta que se queda sin agua, siempre tapado. Seguidamente se saca del fuego y se deja, aun tapado, que se acabe de consumir lo que quede de humedad.
Queda en su punto y no hace falta colarlo. Ah, y aún ha de llegar el día que se nos pegue al fondo de la olla.
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